El reto Tahisiano #1 - Juntas


¡Hola hola! ¡Hoy os traigo un reto al que me apunté! Desde hace tiempo, tengo un bloqueo escritor muy grande que se me juntó con mi bloqueo lector, así que todo lo que me gusta me cansa, y es algo muy frustrante. Ningún reto me interesaba, hasta que encontré este y dije:«Tengo que hacerlo». Lo vi como una oportunidad para volver a comenzar con la escritura. Os traigo la primera parte del reto, que lo saqué del blog Lo que Tahis anda escribiendo

No os prometo la máxima calidad. De hecho, creo que me ha salido bastante mal, pero creo que forzarme un poco a escribir no me viene mal, aunque las ideas no sean fluidas. Espero que lo disfrutéis un poco y siempre espero vuestra opinión.



Juntas

«De pronto se hizo el silencio y más de doscientas personas se quedaron estupefactas a la vez. Gwendolyne buscó la mirada de su madre entre la multitud, intentando conseguir algo de apoyo para seguir adelante. No la encontró por ningún lado. No había asistido.

Unos breves murmullos comenzaban a resonar en la sala. Algunos curiosos, queriendo saber qué hacía una mujer en aquel auditorio; otros indignados, pues no querían perder su valioso tiempo. Gwendolyne sabía que no sería fácil conseguir…»

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Freya.

Daiana se asustó y se le cayó el libro de las manos. Se hizo daño cuando este le cayó en el pie, y soltó una exclamación ahogada de dolor. Su hermana rápidamente cogió el libro para que no siguiera haciéndole daño. Destellos dorados y azules centellearon por toda la habitación cuando se agachó y volvió a incorporarse, con el libro en las manos. El collar que tenía en el cuello se lo había comprado ella. Freya la miró con culpabilidad.

—¡Freya! —se quejó Daiana. Apretó los dientes cuando intentó mover el pie; aún le dolía un poco—. ¿Qué estás haciendo? Sabes que no podemos estar aquí.

—Eso te estaba preguntando yo —se quejó ella—. Papá se va a enfadar como te encuentre en la biblioteca.

Daiana resopló. Le parecía una tontería que no le dejara leer. Ella era curiosa, lo había heredado de madre, y no era tan cautelosa como Freya, quien solo hacía cosas que no le estaban permitidas cuando estaba completamente segura de que no la pillarían. Por ejemplo, cuando su padre se marchaba de viaje para conseguir más ejemplares.

—Me da igual lo que diga papá sobre que las mujeres no necesitamos leer. Todas mis amigas leen. Leer ahora está de moda. Lo que pasa es que él se ciñe a las épocas antiguas, cuando las mujeres no podíamos hacer nada… —se quejó.

—Pero Daiana, ¡sabes qué pasará si nos pilla aquí! Por favor, volvamos. Papá está a punto de llegar.

Freya la agarró de la mano. Esta era pálida. Daiana sintió envidia de su hermana, pues era la belleza personificada. Con una palidez digna del mármol más puro, aquellos ojos azules que igualaban al cielo, o, que cuando estaba enfadada, a un mar tormentoso; aquel cabello que ni el oro podía igualar y aquellos dulces labios rojizos más deseables que la más sabrosa de las fresas. Siempre había admirado a su hermana por su enorme belleza. Sin embargo, ella tenía el pelo castaño y los ojos como la madera. Lo único en lo que se parecían era en aquella elegante palidez.

Juntas se dirigieron hasta su casa. La «biblioteca», como ellas la llamaban, era tan solo una librería con libros muy valiosos que su padre encontraba en sus viajes por el mundo. Muchos coleccionistas y personas cultas se acercaban a ella para conseguir ejemplares sumamente extraños. La tienda de su padre era famosa por eso mismo. Los libros costaban una barbaridad, pero estaban en perfectas condiciones y eran prácticamente ejemplares únicos.

Daiana recordó cómo su padre les había dicho, al cumplir los doce años y verlas metidas entre los estantes bucando ejemplares, que no se volvieran a acercar. Recordó cómo había golpeado a Freya.

—¡Estos libros son más valiosos que vuestra vida! Si alguna vez me pidieran mataros por conseguir un ejemplar, lo haría sin dudarlo.

Aquello había hecho llorar a Freya. Daiana recordó estar los días siguientes a su lado pidiendo que comiera, secándole las lágrimas y poniéndola lo más guapa posible para que ella viera que merecía un puesto en aquella vida. Cuando ella cumpliera los dieciséis años, la sacaría de aquel lugar sin dudarlo.

Faltaban dos semanas para que este llegara. Daiana había estado ahorrando monedas durante cuatro años. Cuando su padre la mandaba ir a comprar, se guardaba una moneda. Cuando en las raras ocasiones, les daba dinero para poder comprarse un vestido o una piruleta, no compraba nada. Cuando se marchaba de viaje, ella accedía a su habitación y le quitaba monedas que no echaría en falta. Todo aquello lo guardaba debajo de una tabla de madera del suelo en su habitación. Nadie conocía su existencia; tan solo ella.

Juró que sacaría a su hermana de aquella pesadilla. Que se sacrificaría por ella sin dudarlo. Apretó su mano contra la suya y apretó los labios hasta que se transformaron en una fina línea.

La salvaría.

*          *          *

Su padre estaba muy contento cuando llegaron a casa. Se frotaba las manos y llevaba un traje con pajarita. Estaba arreglado. Ambas muchachas sabían lo que aquello significaba: acababa de comprar un nuevo ejemplar. Cuando ambas se plantaron en el salón, su padre no les preguntó a dónde habían ido. Sin embargo, sí que se acercó a ellas.

—Freya, a partir de mañana te irás con Lord Rumsfeld —dijo—. Ve a hacer tus maletas.

Ambas hermanas creyeron no haber escuchado bien.

—¿Perdona, padre? Creo que no le entendí… —se atrevió a preguntar Freya.

—He conseguido un ejemplar muy importante para mi colección a cambio de ti. Sabía que tu belleza me serviría para algo. El barón Rumsfeld, de Inglaterra, necesita una esposa para engendar un heredero de todas sus posesiones. Quería una esposa joven y bella. Le hablé de tí y sin más preámbulos me cedió el libro a cambio de tu mano. Tienes suerte: en Inglaterra son muy educados y no te tratará mal.

Freya tenía los ojos muy abiertos. Cuanto más había escuchado a su padre, más ganas de llorar había sentido. Daiana la observó con preocupación. No podía pasarles aquello. No cuando había estado toda su vida ahorrando, no cuando casi había conseguido sacar a su hermana de allí.

Sin embargo, una bombilla se encendió dentro de su cabeza. Aquel hombre era rico. En Inglaterra eran educados. Estaría lejos de padre. Quizás aquella era lo que estaba esperando. La oportunidad que haría que ambas fueran felices al fin.

—¿Y yo, padre? ¿Iré con ellos? —preguntó Daiana.

Su padre la miró con irritación.

—¿Quién iba a quererte? No eres bella, eres una entrometida y hablas de temas de los que no debes hablar. Y no obedeces. Nadie te querría a su lado.

—Pero yo sí, padre —protestó Freya con la voz débil. Las lágrimas comenzaban a derramarse por sus mejillas—. ¿Podría lord Rumsfeld pensarlo? ¡Por favor, padre! —suplicó.

—No. Daiana se quedará aquí. Hará las tareas del hogar.

En cuanto Daiana imaginó una vida sin Freya, su corazón se contrajo. Si se marchaba a Inglaterra sin ella, era como si estuviera muerta. Nunca la volvería a ver. Nunca sabría de ella: si era feliz, si no lo era. Todo por lo que había luchado aquellos años se acabaría en aquel momento.

—Sí, padre —dijo, y agarró a Freya de la mano para irse a su cuarto. Su padre no las interrumpió. Cogió una pipa y se la metió en la boca, orgulloso de su capacidad de negocios.

Cuando llegaron, Freya cayó de rodillas y comenzó a llorar desconsolada. Daiana intentaba entender sus sentimientos. Irse sola con personas desconocidas a un país donde no entendería su lengua. Casarse con un hombre que ni conocía ni amaba y tener hijos con él. Debía estar abrumada.

—¡Dai! ¿Qué voy a hacer? Padre me ha vendido. Me separarán de tu lado, Dai —sollozó.

Daiana la abrazó con fuerza, le dio un beso en la frente y la acunó contra su pecho.

—No, Freya. Tranquilízate. Tengo un plan, ¿vale? Tengo un plan. —Bajó la voz—. Nos escaparemos hoy. Iba a hacerlo cuando tuvieras dieciséis, como regalo de cumpleaños. Pero lo haremos hoy. Te lo prometo.

—Pero no tenemos dinero… —musitó Freya, con la voz ahogada del dolor. Sus ojos destellaban reflejos azules. Incluso las lágrimas que se desprendían de estos eran hermosas.

—Tenemos. He… he ahorrado. Tenemos los suficiente como para sobrevivir tres meses. En tres meses tenemos que encontrar un lugar a donde ir y un trabajo donde conseguir más dinero. Podemos hacerlo.

—¡Dai! Somos mujeres, nadie nos contratará…

—Freya, lo harán. Aprendí a coser, sabemos cocinar… ¡Me haré prostituta si así puedo salvarte!

Freya se quedó callada del asombro.

—Padre no nos separará, ¿me oyes? No podrán separarnos nunca. Somos hermanas.

Las lágrimas de Freya mojaron su vestido. No le importó.

—Te quiero, Dai… Gracias…

*          *          *

Los días siguientes, la familia de las dos hermanas, la familia del famoso librero era noticia en el barrio, en la ciudad. Los infantes repartidores de periódicos gritaban con entusiasmo la noticia. Sabían que para la aristocracia, ese hombre era muy influyente tanto en cultura como en asuntos políticos. Don José Ramirez Monda, amado por todos excepto por sus propias hijas.

*          *          *

DOS JOVENES ASESINAN A SU PADRE

El pasado jueves 13 de enero ha ocurrido algo devastador: Don José Ramírez Monda, aristócrata bien conocido en la ciudad por su negocio tanto como por sus aficiones políticas, ha fallecido a manos de sus dos hijas, Daiana (18) y Freya (15), quienes han huido tras ser vistas por una vecina. Esta pidió auxilio rápidamente, pero ambas jóvenes pudieron escapar.

La víctima fue asesinada, se sospecha, debido a un reciente contrato con Lord Richard Rumsfeld, quien a cambio de una valiosa obra escrita pedía la mano de la más joven de las hermanas. La vecina que vio la escena aseguraba que ambas llevaban bolsas de equipaje llenas, por lo que la policía supuso que estas trataban de escapar del contrato que se les había impuesto, y al verse atrapadas, su única salida había sido asesinarlo con un cuchillo de cocina.

El barón Rumsfeld no ha querido dar declaraciones y se ha afincado en un pequeño hotel del que no ha salido hasta la fecha. […]

*          *          *

Ambas hermanas se cogieron de la mano. Se sonrieron con lágrimas en los ojos. Les dolía lo que habían hecho. Les ardía, pero al fin estaban juntas. Al fin todo había terminado. A pesar de las diferencias entre una y otra, las hermanas se abrazaron y dejaron cicatrizar las heridas de sus corazones.
Espero que os gustara, es un poco un boceto rápido, no me molesté mucho en editarlo ni nada. Solo quería escribir para sacarme la presión que tengo de no ser capaz de hacerlo decentemente. Como siempre, ¡espero vuestras opiniones! ¿Os gustó? ¿No? ¿Qué mejoraríais? No muerdo aunque me hagáis una crítica, de hecho adoro que me las hagan ♥ ¡Un besazo! 

2 comentarios:

  1. Hola!!! Veo que te inspiraste en el bloque B de las frases :) Me alegro que de ahí haya salido esta historia. El planteamiento está bien, pero la podrías haber desarrollado un poco más o contarnos qué pasó realmente con el padre de las chicas, no me queda claro si fueron ellas o el hombre ese que hizo un negocio con su padre.

    Pero te felicito por haber salido del bloqueo de escritura jajajaja. El 1 de agosto te volveré a ver con el siguiente reto? :)

    Un beso!

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    1. ¡Hola! Seguramente me volverás a ver, siento que me está ayudando a avanzar. Aún no he salido del bloqueo, siento que no escribo tan fluido como antes, pero si sigo probablemente me ayude, así que me verás segurísimo ♥ Tienes razón, debería haber desarrollado más la historia, muchas gracias por el consejo, jaja. Ahora que lo veo un poco mejor, ya sabría más o menos cómo hacer una escena más.

      ¡Un beso! ^^

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